El monstruo de Cojimar

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Los pescadores que capturaron lo llamaron "El Monstruo de Cojimar." Fue capturado en las aguas a pocas millas del pueblo de pescadores en Cojimar, Cuba, la misma ciudad donde famoso escritor norteamericano Ernest Hemingway escribió la novela ganadora del premio Pulitzer "El viejo y el mar". Como cuentan la historia, fue un día de junio calmado cuando seis pescadores de Cojimar navegaron hacia el mar en su bote de madera de 14 pies para la pesca de atún, tiburones, dorado y otras especies. Era su sustento diario. Ese día, a pesar de que era un día típico en junio, se produjo una extraña sensación entre los pescadores. Antes del amanecer, los pescadores ya habían navegado cerca de tres millas, justo a la orilla de la corriente del Golfo, donde la corriente es lo suficientemente fuerte como para grandes peces pelágicos en abundancia. Uno de los pescadores puso la carnada en el agua, como hacía cada mañana. Ballyhoo o Escribano es la carnada favorita del marlin azul o castero. Ese día en particular los pescadores deseaban un gran marlin azul, se considera uno de los peces mejor pagados. Después de un par de horas, ni un solo pez había mostrado interés en los ballyhoos frescos que estaban inmóviles en el agua. Otros barcos que no estaban demasiado lejos parecían tener la misma suerte. Viejos pescadores hablan de suerte todo el tiempo. Por lo general, se puede ver el chapoteo de un pez que está siendo capturado por otro barco. A veces incluso se puede escuchar los pescadores de otros barcos cuando un pez es capturado. Pero ese día, todo estaba en calma. Exactamente a las 9 a.m. una gran aleta de tiburón apareció sólo a pocos pies del barquito. Aunque ellos eran experimentados pescadores de tiburones, fueron sorprendidos y dejaron sin habla por el tamaño del corte de aletas en el agua. Uno de los pescadores exclamó en voz alta "No me extraña que no hay peces por aqui!" Sabían que era un gran tiburón blanco. Con gran entusiasmo, los pescadores lanzaron engodo y carnada en el agua para mantener el tiburón cerca. Este tiburón era más grande que todos los otros tiburones que habían visto o capturado antes. Inmediatamente, ataron varias líneas juntas. Para carnada usaron la mitad de un atún que fue mordido por un tiburón más pequeño de la pesca del día anterior.

El olor del engodo y carnada en el agua trajo el tiburón más cerca del barco, pasó paralelo al barco y los hombres vieron que era mucho más grande que su barco. Se miraron unos a otros con la incertidumbre y la incredulidad. Ese era quizás un momento de miedo, sin embargo la captura de este tiburón haría que el pago de muchos días en el mar. No había tiempo que perder. Ellos conectaron la mitad de atún en un anzuelo grande de tiburón que fue seguido por un líder de alambre y por miles de pies de soga. Uno de los hombres arrojó suavemente la carnada en el agua azul profunda. El tiburón pasó el barco de nuevo y se tragó la carnada entera. El tiburón comenzó a sacar línea casi de inmediato, pero ellos sabían que no habia manos humanas que podían detener a ese pescado. Tenían palangres con ellos, se trata de pequeñas bollas de madera utilizadas para poner muchas líneas en el agua. Los palangres se utilizan para la pesca del Emperador en la noche. Los pescadores sabían que los palangres aumentarían la resistencia al tiburón enganchado. Después de muchas horas , la línea comenzó a emerger. Ellos sabían entonces que el pescado estaba cansado de arrastrar el peso extra de los palangres.

Uno de los pescadores empezó a recuperar línea mientras que otros prepararon un arpón. Ellos sabían el momento más peligroso que le esperaba, cuando el tiburón se acercara al barco. Después de más de una hora de recuperar la línea, vieron al tiburón a 60 a 80 pies bajo el bote, se veía bien grande. El momento de la verdad se acercaba. Los pescadores podían sentir su corazón latiendo rápidamente. Tenían la esperanza de que el tiburón estaba muy cansado o cerca de la muerte, pero no se imaginan que su peor pesadilla se acercaba al barco. Cuando el tiburón estaba a sólo 20 pies desde el barco, ataco directamente a la quilla y golpeó el barco de lado. Luego se dio la vuelta y empezó a morder la quilla de la embarcación. Uno de los pescadores veían trozos de madera flotando al lado del barco. Lo describió como miles de palillos de dientes flotando al lado del bote. Sabían que el tiburón tenia mucha vida todavia, por lo que a toda prisa se preparaban el arpón - un poste de madera de mano con una punta afilada de bronce - y sin preparado para arponear al tiburón en su próximo ataque a la embarcación . El tiburón arponeado se calmó pero no lo suficiente.

El pescado continuó mordiendo la quilla de la embarcación y al mismo tiempo rompió piezas del timón. Este pez dio una gran pelea antes de ser capturado, tal vez una de las muchas peleas en su larga vida. Estos pescadores respetan el océano y las criaturas en él. Ellos hablaron muy bien de este tiburón en particular la lucha que puso. Tal vez sentían mucho que tuvieron que matar a un gran pez como este.

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La pata de gallina

Éramos bien jovenes alrededor de los 17 o 18 años un buen dia en la escuela cuando tramamos nuestra aventura de pesca. Los cuatro de nosotros, cual para esta anécdota seremos llamados por los siguientes nombres, el Gordo, el Buzo, el Mosquito y yo. El plan era de salir a pescar al mar, pero faltaba lo mas importante…el barco. Se nos prende el bombillo y convencemos al Gordo para que hable con su tio y nos preste el barco. El tio cual era pescador comercial y por lo regular no nos prestaría el barco, tenia que existir una buena razón unica que lo conmoviera a prestar su embarcación. Entonces inventamos una gran historieta. El Gordo fue al tio y le dijo que un grupo de muchachas querían salir a dar una vuelta en barco por la bahía y que el no quería perder esta gran oportunidad y por eso es que le pide este gran favor, también, iba a estar conmigo, cual el tio me conocía. La respuesta fue que “Si”, prestaba su barco con una condición, que se lo devolviéramos tal como lo entregaba. El Gordo acepto y rápido nos movilizamos con los preparativos para el gran dia de pesca.

Al dia siguiente nos aparecemos los cuatro de nosotros en la casa del tio por la madrugada. El camión en cual íbamos a remolcar el barco era del Buzo. El Buzo nos aseguro que su camioncito era poderoso con su transmisión de 4x4. El Mosquito aporto una nevera grande con hielo, cual rápido la llenamos de agua, refrescos y comida. Esa nevera pesaba una tonelada y con trabajo la subimos al barco. Yo aporte el avio de mi caja de pesca, carnada y lleve unas cuantas varas y carretes para todos. Mientras llenábamos el barco de 24 pies con todo eso, el tio nos observaba cuidadosa mente como de reojo. Nos ayudo a enganchar el barco al camioncito y nos leyó la cartilla y nos pregunto que donde estaban las muchachas. Alguien le contesto que las muchachas iban aparte en su carro y nos esperaban en la rampa. Contentos salimos por la calle con aquel barco arrastre y nuestro espiritus por las nubes. Paramos para echar gasolina al barco y camioncito. Nuestras billeteras se quedaron vacias y su perfil era mas flaco que el mismo Mosquito.

El Gordo echándole gasolina al barco se demoraba y fuimos a investigar que pasaba. Lo vemos mirando bien de cerca a la popa del barco y con cara de asustado. “Oye, pero tu todavía no haz echado gasolina”, le dijimos. Se le había caído la llave de abrir la tapa de la gasolina en un lugar muy peculiar y difícil de extraer. Resulta que el tanque de gasolina de este barco estaba en la popa, de lado a lado y del mismo alto. Un tanque customizado muy bien hecho pero con un gran defecto….que le dejaron una ranura de separación entre el tanque y la popa, exactamente el lugar donde la llave se cayó. A esa hora tratar de buscar un perchero, la linterna y cualquier cosa que pudimos inventar para sacar la llave, cual ninguna trabajo. Ya había pasado un buen tiempo y de pronto el tio pasa por la gasolinera y nos ve todavía por allí. “Que pasa”, dijo el tio, y le explicamos la situación. El tio nos miraba intrigado diciendo que nunca le había pasado semejante cosa, pero nos resolvió sacando la llave.

Listos con gasolina al fin estábamos en camino con el sol un poco mas arriba de lo que queríamos pero no importaba ya que las ganas por pescar nos inspiraban. Rumbo a los cayos nos dirigimos, unos de los mejores lugares para pescar y esta oportunidad lo merecía. En camino una luz roja se prende en la pizarra del camioncito y el Buzo se estaciona en una gasolinera para investigar. Le echa un cuarto de aceite que le faltaba y seguimos el camino. Unas millas mas y otra luz roja se prende del camioncito, paramos en otra gasolinera para echarle agua o antifreeze al radiador ya que el motor se estaba calentando. Seguimos el camino pero el problema insistia. El camioncito se calentaba por la fuerza que tenía que hacer con el barco. Que problema, asi no podíamos seguir hacia los cayos, todavía estábamos en Miami. Cambiamos el plan y nos conformamos saliendo por Key Biscayne usando la rampa de Crandon Park. Llegamos despacio para no mal tratar al camioncito y tiramos el barco al agua. La felicidad se notaba en nuestras caras, en poco tiempo íbamos a estar en el mar. El Gordo con el pecho muy empinado se da la posición de capitan del barco, levanta la tapa del motor dentro de borda para ventilar los gases y le da a la llave para arrancarlo. Runrunrunrun… runrunrunrun… runrunrun, el motor no arranca. El Buzo le dice “a mi me parece que lo estas ahogando con gasolina”, “dejame a mi, que yo se lo que hago”, dijo el Gordo. Tanto dio que las baterías no tenían casi ni fuerza. Un espectador se nos pega al lado y le recomienda al Gordo que enganche los cables de las baterías en una forma que el motor de arranque tuviera mucho mas fuerza. Yo le dije que no debería conectarlo asi por que podía quemar el motor de arranque, pero el Gordo se fue por la opinión del extraño. Con solo un “run” el barco arranco y la gran idea funciono. El Buzo y yo siendo estudiantes de la mecánica marina no compartimos la misma opinión pero respetamos la idea. Todo parecía estar bien, esperamos un tiempo para revisar el motor y nos montamos en el barco. El Gordo da marcha atrás, endereza el barco y el barco sigue dando círculos…y círculos…circulos. Se había quedado con el timon colgando en la mano, colgando en el aire ya que se había desenganchado por completo. Yo puse el barco en neutro mientras que Mosquito se tiro en el piso a buscar la tuerca y El Gordo corrió a buscar la caja de herramientas. Apretamos bien aquello y seguimos hacia la bahía en carcajadas por el susto que paso el Gordo con el timon, jajajaja.

Al fin, una rica briza en la cara y el sonido del agua contra el casco del barco en marcha por la Bahia de Biscayne. Contentos nos mirábamos, disfrutando del panorama de Stilltsville o mejor conocidas como Las Casitas. En aquel canal cortando el agua color esmeralda se podía ver las reflexiones de las casitas en el agua con sus colores radiantes de amarillos, verdes y rosados. En la salida nos encontramos con un mar que era un plato y nos dirigimos hacia el sur paralelo a la costa por Hawks Channel. El plan inicial de ir a pescar a los cayos no era factible ahora y el Buzo nos cuenta de un pesquero cual tiene una gran piedra que se podía ver de la superficie de lo grande que era y cual era un acuario rodeado de peces. Pues le seguimos la idea y a buen paso íbamos rumbo sur. Seguíamos y seguíamos, y el Buzo decía mas al sur. El Gordo preguntaba “donde esta esto?”, y el Buzo decía “un poco mas, ya casi llegamos”. Se demoraba tanto el viaje que Mosquito empezó con los chistes diciendo “yo creo que esa piedra es del tamaño de una pelota de ping pong”. Las risas hacian el viaje largo mas agradable. Todos estabamos buscando la piedra pero no se veía aquella gran piedra, y todo lo que el Buzo decía era “un poco mas al sur, sigue para el sur que la encontramos”. Llego el momento que el Gordo se puso furioso por lo lejos que nos habíamos ido y dijo que el no seguía mas para el sur. Yo me di cuenta que lo de la piedra era juego del Buzo y que el queria llegar a los cayos. Les recomendé unos cuantos arrecifes que estaban cerca y fue donde pudimos pescar. Disfrutamos un tiempo corto pescando algunas cositas como roncos, cojinúas y sobacos hasta que decidimos regresar ya que las horas del dia habían pasado y la pesca estaba mala. De regreso estábamos riéndonos de la piedrecita del Buzo, del carácter furioso del Gordo y de cosas de muchachos celebrando victoria antes de tiempo.

Nos encontramos costeando Key Biscayne por el Farito cuando de pronto se apaga el barco y no arrancaba. Tiramos el ancla estilo grampín que rápido engancho para asi ver bien el problema. Levantamos la caja del motor para investigar. El Gordo coge la batuta y le dice a Mosquito que mirara por el carburador a ver si se veía gasolina saliendo cuando el trataba de arrancar. Mosquito decía que no veía nada y cada vez se acercaba mas, y de pronto el motor tira una explosión y Mosquito salta del susto, una bola de candela sale del carburador para arriba que si lo llega a coger lo deja como un fosforito. Hasta ese momento ayudo el Mosquito, se retiro y se fue para la punta del barco a coger sol. El Gordo seguía insistiendo dándole y dándole hasta que empezó a salir una nube de humo con olor a cable quemado de abajo del motor. Nos movilizamos con este gran problema mirando de donde era la quemazón. Tuvimos que poner la nevera cual estaba mas pesada todavia arriba de la proa donde el Mosquito era el encargado de aguantarla por que las olas la movían de lado a lado y se iba a caer para el agua. El Buzo con el extinguidor en mano, no podía apretar el gatillo porque el Gordo no lo dejaba por miedo de llenar el motor de ese liquido. Yo estaba en el medio del barco y no sabia si ayudar al Mosquito en la proa que estaba a punto de caerse con aquella nevera dominándolo de lado a lado, o confrontar a estos dos que estaban retorcijando con el extinguidor. Opte por la ultima y aguante al Gordo para que el Buzo apagara la quemazón. El Buzo se volvió loco con aquel extinguidor, no en valde ahora es bombero. No podíamos respirar, ni ver lo que estaba pasando, fue una explosión de un talco blanco que nos tapo por completo y el no paró de apretar el gatillo hasta que lo vacio. Todos tratando de buscar un respiro después de aquello y el pobre Mosquito todavía estaba fajado con la nevera en la punta del barco, se oían los bloques de hielo adentro de la nevera dando durísimo de lado a lado. Mosquito nos gritaba amenazando que iba a soltar la nevera para el agua si no lo ayudábamos. Lo que se formo fue un caos completo. Para que entiendan, Mosquito pesaba como 100 libras mojado y la nevera pesaba como doscientas, jajaja, bastante que aguanto el socio. El humo se disperso, bajamos la nevera para el piso y evaluamos lo que había sucedido. El motor entero, parecía un dulce con azúcar en polvo. Los cables de la batería se habían derretido y hasta uno de los postes de la batería se partió y del lado del motor de arranque había un huequito que soltaba humo como si estuviera fumando. Ya se pueden imaginar al Gordo hablando del gran problema con su tio. La única opción que teníamos era de llamar al Guarda Costas pero nada electrónico trabajaba en el barco. La pistola de señal de emergencia tenia problemas, no disparaba. Estabamos embarcados de verdad, en aquel entonces no había teléfono celular para llamar como ahora. Por suerte un barquito nos pasa por al lado y se ofrecen a remolcarnos hasta la marina donde ellos iban. Mosquito que estaba en la proa empieza a sacar el ancla pero tiene dificultad. El ancla se trabo con algo, lo vamos a ayudar y estaba bien difícil de levantar, no podíamos entre tres. Poco a poco fuimos levantando el ancla y algo mas. Para nuestra sorpresa el grampín se había enganchado con un tubo que tal parecía como si fuera un cable eléctrico. Las personas en el barquito se estaban impacientando por la demora y nos dijeron que se iban pronto si no resolvíamos. La decisión fue de cortar la soga del ancla a protesta del Gordo. El Gordo exclamaba que como también iba a perderle el ancla al tio. Esta vez el Buzo aguanto al Gordo y yo corte la soga del ancla y se las pase al botecito. Aquella gente nos miraban como si fueramos unos locos. El ancla y la cadena la sumamos como otra perdida y el Gordo se paso el camino del remolque entero refunfuñando del desbarate que habíamos hecho al barco del tio. Lo convencimos que por lo menos íbamos en rumbo a la rampa y que ya nada mas se podía romper.

Cuando nos dimos cuenta no habíamos llegado a la misma rampa de donde salimos, resulta ser que era una marina privada en Key Biscayne y no sabíamos ni donde estábamos. Amarramos el barco en el muelle, el Buzo y yo nos fuimos a buscar la calle para orientarnos de donde estábamos. Esta marina estaba a millas de la rampa de Crandon Park. Tuvimos que caminar como nunca antes para llegar al camioncito. Regresamos a la marina privada con el tráiler y no nos dejaban pasar por que era para miembros solamente. Tanto dimos explicando el gran dilema que nos dejaron pasar y no nos cobraron por sacar el barco de esa rampa. Aquella rampa estaba tan inclinada y para mas suerte nos toco sacar el barco con la marea baja, asi que el grado de inclinación era exagerado. Vimos que el barco estaba inclinado para un lado por todo el agua que le había entrado. Ahora también tenia una entrada de agua por el sello del eje. Entre todos guiamos el barco hacia el tráiler, el Gordo le daba a la palanca del winche y poco a poco entraba. El Buzo engancho el 4x4 de la transmisión del camioncito y me dijo, “vas a ver la potencia de este camioncito, esto saca de todo”. El camioncito marcha adelante se forzaba tratando de sacar aquel barco y nada pasaba. Las gomas no patinaban, pero tal parecía como que no tuviera fuerza y como si estubiera trabado. “Debe ser todo el peso del agua adentro del barco" alguien dijo. El Buzo cada vez lo aceleraba mas, se oian las revoluciones subiendo del motor…hasta que se oye un golpe muy fuerte “PLACATA” y el camioncito empieza a rodar rápido sacando el barco por completo de la rampa. Mosquito y yo estábamos alagando al Buzo por la potencia de su camioncito cuando oímos un grito del Gordo que decia “¡la pata de gallina!” y nos trae un pedazo de hierro bronce. La pata de gallina es la pieza estilo aleta cual aguanta el eje de la propela abajo del barco. Esto es lo que estaba aguantando al barco de no salir de la rampa rosando con el piso. Les cuento que todos menos el Gordo estábamos muerto de la risa, no se si fue por el nerviosismo de todo o por alivio de que esa odisea había acabado y que al final estábamos sanos y salvo, contentos de regresar y hacer el cuento.

Lo único que faltaba era dar la cara al tio de todo lo que paso y los desastres. Todos respaldamos al Gordo y estuvimos a su lado al llegar a la casa del tio. Dimos nuestras mas sinceras explicaciones y disculpas. Para mi en particular, lo difícil no fueron todas las dificultades que pasamos ese dia. Lo mas difícil fue el momento cual estábamos los cuatro parados al lado del barco en atención muy serios oyendo al tio regañándonos muy respetuoso. Yo aguantando la sonrisa por la cara que tenían los socios, por ahora todo iba bastante bien. El tio seguía hablando inspeccionando el casco del barco y de pronto para, se agacha y pone la mano en la cabeza. Yo inicie una carcajada muy alta y contagiosa cual hiso que todos se explotaran de risa a la misma vez cuando el tio exclamo diciendo “¡Y donde esta la pata de gallinaaaaaa!” Jajaja…..jajajaja…..jajajajaja.

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Emperador Ataca

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Emperador Ataca

La goleta Venus de Cape Porpoise, Maine, pescaba frecuentemente en la costa de Massachusetts y fue comandada por Franklin D. Langsford. El lunes por la mañana, 19 de agosto de 1886, el capitán Langsford salió del cabo Ann.

Alrededor de las 11 de la mañana, divisó un pez espada a unas ocho millas al noreste de Halibut Point en la bahía de Ipswich.

El capitán, tomando un pequeño bote, lo persiguió, y luego arponó el pez, arrojando una boya con una línea unida al arpón. Aproximadamente una hora más tarde, el capitán, con un solo hombre, empezó a recoger la boya. El capitán Langford tomó la línea y dirigió su bote hacia el pez espada, que era bastante grande y no estaba mal herido. La línea estaba tensa cuando el bote se acercaba lentamente al pez, que el capitán tenía la intención de lanzar otro arpón y así poder matarlo.

Cuando estaba cerca del pez, pero demasiado lejos para alcanzarlo con la lanza, el pez se giró rápidamente y se precipitó debajo del bote, empujando su espada hacia arriba a través de la parte inferior del bote. Cuando el pez giró hacia el bote, la línea perdió su tensión repentinamente, causando que el capitán cayera hacia atrás, la espada atravesó el bote y entró en su cuerpo. En ese momento, el capitán, lleno de emoción y sin darse cuenta de que estaba herido, se levantó, tomó la espada y exclamó: "¡Lo atrapamos de todos modos!"

El capitán tirado en el fondo de su bote, todavía sujetando la espada con fuerza hasta que su buque goleta se acercó. El pez espada, estando atrapado debajo del bote, no lo podían alcanzar. A su llegada, el capitán dijo: "Creo que estoy herido y bastante mal". Lo ayudaron a bordo, dio unos pasos y cayó, sin volver a levantarse.

El botecito y el pescado fueron levantados a bordo juntos. La espada fue cortada para liberar el bote, y el pez todavía vivo lo mataron en la cubierta del barco. El pez espada pesaba 245 libras después de cortarle la cabeza y la cola y quitar las vísceras; Cuando estaba vivo, probablemente pesaba más de 300 libras.

El capitán Langford sobrevivió la lesión aproximadamente tres días y murió el tercer día de peritonitis, con 48 años y medio de edad. La espada del pez y el siguiente certificado escrito por el Dr. Garland el 16 de agosto se depositó en el Museo Nacional de los Estados Unidos:

"Esto puede certificar que fui llamado a visitar a Franklin D. Langsford, de Lanesville, en Gloucester, el 12 de agosto, en consulta con el Dr. Levi Saunders, quien asistió a dicho Langsford, debido a una herida infligida en su cuerpo por un pez espada en el noveno instante, el pez espada había conducido su espada a través de la parte inferior del bote de pesca en el que se encontraba, la espada con una longitud de 23 pulgadas, penetro el cuerpo de Langsford a la derecha de su cóccix y entrando alrededor de 7 pulgadas , por el lado del recto, en la cavidad pélvica; Dicho esto, Langsford se estaba muriendo y murió, en mi presencia, de peritonitis, habiendo sobrevivido a la lesión aproximadamente tres días.

La espada que acompaña a este certificado es la verdadera espada que ocasionó el accidente y que se enviará al Museo Nacional, en Washington.

GLOUCESTER, MASS., 14 de octubre de 1886.