Aventuras en las Dry Tortugas
Una excursión con mis dos amores, mi esposa y el mar.
Abordamos en el catamarán de 110 pies de eslora, en la marina de Cayo Hueso. El mar estaba favorable con olas de un pie de alto y el tiempo soleado. Con esos factores el catamarán navegaba a una velocidad de 30 mph hacia nuestro destino, las Dry Tortugas.
Las Dry Tortugas es un lugar especial para muchos que nos apasiona la pesca y el mar. Siempre oímos las mejores anécdotas de este lugar paradisiaco donde la pesca y el mar han sido preservadas casi vírgenes. Hemos visto fotos de la famosa fortaleza rodeada por aguas azules y la conocemos sin aun haberla visitado. Todo eso nos activa el sentido de aventura y siempre la hemos tenido en nuestra lista de lugares por visitar.
Rumbo a las Dry Tortugas nos encontramos con un mar verde cristalino por el canal que atraviesa entre Cayo Hueso y los otros cayos que aparecen en el camino de 75 millas hacia la fortaleza de Fort Jefferson. Uno de los cayos más famosos a solo 20 millas son Las Marquesas. El capitán navegaba bastante cerca de estos cayos, y me motivo salir a la cubierta para verlos detalladamente mientras respiraba un aire puro lleno de memorias de pescas que había realizado años atrás en esta zona. Todas esas visiones de pescas realizadas me inyectaron una nueva meta en mí para volver otro día y pescar estas aguas una vez más.
Mientras más nos acercábamos a las Dry Tortugas, mas se llenaba la proa con personas tratando de al fin ver el famoso castillo, incluyéndome a mí. No solo estaba yo observando la gran estructura como cada vez se veía más grande, pero estudiaba con detalle el rumbo de navegación que escogía el capitán. Mirando a la carta náutica en el teléfono podía ver con exactitud el canal marcado por las balizas de navegación, esto lo grabe en mi memoria con intenciones de un día poderlo hacer en mi propio barco. Empecé a soñar en ese momento y me fui del presente hacia una aventura de pesca por venir en el futuro. Esos tipos de visiones siempre me han motivado a realizar nuevas metas y sueños en mi vida, y en ese momento adquirí otra más para mi lista. Con el alto murmullo de la gente me desperté de ese ensueño y caí de nuevo en el presente. Por primera vez tenia al frente de mi el fuerte de Fort Jefferson, habíamos llegado a este destino que solo antes era parte de una lista pero ahora era parte de una nueva experiencia.
Sin perder tiempo, nos bajamos con todo lo que llevábamos, una nevera chiquita con agua y refrescos, más lo que teníamos para almorzar y picar todo el día. En el barco daban almuerzo, pero no queríamos perder tiempo y preferimos no virar para explorar más. También teníamos los equipos de bucear y sin falta los equipos de pesca. Llegamos a las 10:30 am y teníamos que estar en el barco de vuelta a las 2:45 pm. No es mucho tiempo cuando te sueltan en un paraíso que te jala para todas partes de tantas cosas por escoger.
Como niños en un parque de recreo, estábamos ansiosos por investigar este mundo marítimo. Primero le dimos vuelta a la estructura por afuera, caminando por un muro que bordea el mar. Ese muro hace que el lugar sea único y lo hace especial al tener agua en las dos bandas del muro, una lagunita adentro cual bordea las inmensas paredes con diferentes especies de carnadas, sábalos y cuberetas. Por afuera del muro un mar azul y verde rodeado con corales donde te das cuenta bien rápido que estas en un paraíso.
Seguido nos sumergirnos en las aguas cristalinas y cálidas, en un área donde habían restos de un muelle antiguo. Allí nos encontramos con una nube de majúas y sardinitas cual te segaban el camino de tantas que había. De sus alrededores entraban ejemplares de sábalos haciendo el panorama mejor aun. Entre todo eso bien pegado al fondo me doy cuenta de unas rayas verdes muy conocidas por mí. Camoflageado en la hierba estaba un pargo de cómo 12 libras, muy tranquilo descansando. Se veía inmenso desde arriba y decidí bajar y pegármele al lado. Fue una linda experiencia nadar con él en el fondo y algo que no sé ni cómo lo logre ya que no soy un buen buceador. Ese pargo era la señal que necesitaba para cambiar de plan y pescar.
Con una barita de tres piezas para viajar con un carrete Penn 4500 armado con diferentes señuelos artificiales, me puse a lanzar para buscar la acción en un lugar que parecía prometedor. Para describirles el lugar, era una playita en semi círculo, agua cristalina verdes y azules con parches de hierbas cual confundía como si hubiéramos viajado a una isla caribeña. Solo estábamos nosotros allí como si en una isla desolada. Me sentía como si fuese el primero que pescaba en ese lugar. En cada lance me picaban, o enganchaba o arrastraba a escuelas de peces atrás del señuelo. Era como que los peces nunca habían visto un señuelo artificial y le fajaban con ganas. Así me divertía con diferentes especies incluyendo cojinúas, rabirrubias y cuberetas. Todo eso era divertido al ver la picada de lejos y ver a las diferentes especies tras el agua. Pero de pronto vimos un aguaje y fajes cuales me activaron el enfoque y empecé a correr hacia esa área. Digo correr, pero fue más como un desbarate, jjjjjj, ya que la playa tenía una área de pedazos de corales y piedras que eran una tortura pisar. En el video oirán las quejas y gemidos OUI! AH! OUCH! Cada qué vez que las pisábamos. Siguiendo el faje, rápido lance para buscar la picada, enganche dos veces pero se me fueron en el mismo lance. Pero al seguir la recogida ya casi el señuelo llegando a mí, un pez súper alborotado y nadando errático, ataco al señuelo a solo un pie de mí. El carretico se sintió la gran corrida inicial. El pez seguía su batalla, con buenos saltos que promovían gran entusiasmo de nosotros. La pelea fue divertida, tanto para mí que para mi esposa cual grababa el momento. Cuando me dio la oportunidad de pegarlo a la orilla no perdí ni un segundo en atrapar mi trofeo. Una bella picuda de buen tamaño, cual acentuó la maravillosa experiencia que estábamos viviendo. Después de una foto, la reviví por su gran esfuerzo y la libere. Con esa captura estuve más que satisfecho con toda la pesca. Poco a poco regresamos por la misma playita, pero eso sí, pescando todavía sin perder un instante sacándole provecho al lugar y a los peces dispuestos a seguir picando.
Con el poco tiempo que nos quedaba, nos fuimos a investigar toda la fortaleza. Tres pisos de arquitectura e historia, cual nos hacia imaginar aquellos que vivieron en tal lugar. En cada pasillo encontrábamos nuevas vistas y las que más nos llamaba la atención eran aquellas donde se veía el mar azul atrás de aquellos ladrillos del castillo.
Fue un viaje fenomenal, a un lugar del pasado cual todavía preserva la naturaleza intacta y llena de cosas espectaculares. Este viaje marco un momento especial en nuestras vidas donde celebramos 25 años de casados. Una experiencia que fue inolvidable y llena de anécdotas por todas las cosas que presenciamos juntos, en un paraíso al final de los cayos.