Mi Trayectoria con la pesca de Sabalos

Desde que era niño, pescar un sábalo siempre fue un gran sueño mío. Pero aunque los enganchaba, en realidad nunca pescaba uno de estos ejemplares y pase muchos años frustrado. Mis pescas en aquel entonces eran mayormente en los manglares. Las cuberetas eran el enfoque de las pescas, aunque unas buenas jiguaguas siempre agregaban entusiasmo y algún robalo ponía la cosa interesante también. Pero cuando la línea salía de pronto a tremenda velocidad y aquel sábalo saltaba, el corazón se me quería salir del pecho. No solo por el entusiasmo de la acción y de tener que aguantar la vara con toda mi fuerza, pero de saber que tenía la oportunidad de pescar un gran trofeo. Siempre esos momentos eran como montar una montaña rusa, la gran alegría subía y subía, hasta que lo perdía y el sentimiento de otra derrota me tiraba a toda velocidad contra el piso.

Me acuerdo en un lugar en especifico, donde entraban escuelas de sábalos chiquitos por todo el canal de mangles. Los podía ver de lejos como acariciaban la orilla y se veían en la escuela aleteando por la superficie. Con rapidez y nerviosismo empezaba a preparar la carnada y anzuelo para pescar al vuelo. Eso me daba la oportunidad de presentar mi carnada en el momento y lugar preciso. Al llegar la escuela, lanzaba mi carnada. Algunas veces yo mismo me saboteaba la pesca, lanzando muy fuerte arriba de los gajos de manglares. Pero otras veces hacia el lance perfecto y veía como aquel sabalito atacaba la carnada de tal manera que el solo se enganchaba y empezaba a saltar. Como siempre eso no duraba mucho, eran más astutos que yo y siempre encontraban la manera de partirle el corazón a un niño de 9 años.

Recuerdo más o menos a los 12 años de edad, en mi desesperación, trate de pescarlos con la técnica de mosca. Con mi dinerito de hacer diferentes trabajitos en aquel entonces, lo gastaba en mi acuario o lo gastaba en pesca. Decidí que la pesca de mosca era la mejor manera, ya que los libros que leía en la librería y las revistas de pescas eran lo que sugerían. La tienda de Captain Harry’s, en aquel entonces estaba en una esquina del downtown de Miami. Para mí, entrar en esa tienda era como ir a Disney, pero para los pescadores. Pregunte precio de diferentes avíos y varas de pescas de mosca, pero estaban por arriba de mi presupuesto. Allí se me alumbro el bombillo y dije, “solo necesito el anzuelo de mosca para pescar sábalo”. Esa tienda tenia muebles de maderas con gavetas exhibiendo todo tipo de anzuelos de moscas. Eran unas preciosuras todos esos anzuelos, tan bien detallados y decorados en todo tipo de colores y diseños. Al fin compre uno que tenía unos ojitos y plumas color blanco y azul. Pensé que ese lucia como las sardinitas que se pegaban a los manglares, aparte que un señor me guio en cual eran los mejores diseños para la pesca del sábalo. Con mi varita de spinning ligera, practique en el patio como lanzar ese anzuelito cual casi ni pesaba. Esta iba a ser mi versión de pescar a la técnica de mosca o fly fishing, no había de otras. Un fin de semana, espere a los sabalitos como cosa buena en aquel canal de agua salada lleno de manglares. Lo mejor que tenía el canal es que era bien estrecho y desde la orilla podía hacer el lanzamiento con mi nuevo invento, aunque no era lo indicado. Llego el momento, lance el anzuelo de pluma, el sabalito pico y la batalla comenzó. Esta batalla duro más que otras, la oportunidad la tenía casi en mis manos al ver aquel sabalito de lado casi vencido en la superficie. Unas cuantas recogidas más del carrete y era mío. Al ver mi mano hacia su boca, da un último salto y me esculpió el anzuelo a solo pulgadas de la victoria. Que se va hacer, bueno yo sé lo que hice. Le envié a mi abuelo que estaba en Cuba una foto mía con una barracuda, le dedique la foto y le envié el anzuelo de mosca para que lo tuviera como memoria de mis aventuras de pescas.

Ya más mayor también me seguían pinchando mi poca paciencia esos sábalos. Me acuerdo estar en mi barco con 19 años pescando alrededor de la salida de los cruceros en Government Cut. Desde la desembocadura hasta el Hueco de los Cubanos al curricán se pescaba bien el serrucho y la macarela. Se usaba diferentes técnicas pero me acuerdo que esa vez rumbo hacia adentro por el canal, cambie y puse un ballyhoo con cable y doble anzuelos. El carrete se mando y la corrida inicial fue imparable, pensé que iba a ser un gran serrucho. Hasta que vi aquella bestia de sábalo saltar por los aires. Pero siempre lo mismo, unos minutos de batalla nada más y acababan con mi avió y conmigo.

Que les cuento con estas anécdotas, que nunca me di por vencido. Me tomo tiempo, pero use muchas de esas derrotas para llegar a comprender lo que estaba haciendo incorrecto. Encontré lugares con mucha acción de sábalos cual me dio suficiente tiempo para practicar con ellos. Tuve que aprender cuales anzuelos, carnadas, avíos, métodos y técnicas resultaban en cada vez estar más cerca de la captura. Cada perdida la vi como una enseñanza y analicé cada cosa hasta encontrar lo que funcionaba.

Otra cosa que funciona es la liberación correcta de estos trofeos de pescas. Peces que nos traen tanta satisfacción, devolverlos en buen estado es parte de terminar la pesca correcta y darles a ellos y a nosotros la oportunidad de otro reencuentro. Eso lo tuve que aprender también con el tiempo, ya que al principio no pensaba así y cometí errores de las maneras que los cuidaba, ya que en aquel entonces una foto era más importante que el pescado. Aprendí mejores métodos y se veía la diferencia en la energía con cual se iban nadando. Eso me satisface también y es parte del agradecimiento de un gran momento que me regalan estas maravillosas bestias. La evolución no solo fue en la manera de pescarlos, pero también de liberarlos.

Con los años he sido muy dichoso de poder guiar a mi hijo, familiares y amigos a lograr sus sueños de pescar un gran sábalo. Con la consistencia de las capturas he comprobado la efectividad de las técnicas. Me alegra mucho ver a otras personas alcanzar sus metas de pescas y verlos ganar un gran reto, eso llena mucho el alma. Ese mismo sentimiento me hizo compartir mis conocimientos en el internet para traerles a muchos pescadores esa misma alegría al conquistar sus pescas deseadas.

Ha sido una larga batalla con los sábalos, una batalla de 41 años y sigo contando. Todavía me sube la adrenalina al sentir el carrete cantar con sus corridas. Verlos saltar y oír el sonido se su cuerpos contra el agua siempre activa todos mis sentidos. Pero más que todo, me siento realizado cada vez que les gano la batalla y les tomo video y fotos antes de una buena liberación. El reto de ahora es lograr la captura pescando solo, se hace difícil en equipo, ya se pueden imaginar solo llegar a aguantarlos por la boca para contar la captura. Todo eso me trae mucha satisfacción y gratitud, en vivir estos momentos, y ver la trayectoria completa para así saborear las victorias de hoy.

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El Cajil